Comenzaré
con una frase del escritor Aleksandr Solzhenitsyn en su libro Archipiélago Gulag, refiriéndose al
Socialismo Real de la Unión Soviética, y dice así:
La ideología, eso es lo que da a la maldad una justificación largamente buscada y brinda al malhechor la firmeza y la determinación necesarias. Ésa es la teoría social que ante sus propios ojos y ante los de los demás ayuda a que sus actos parezcan buenos en vez de malos. Es lo que hace que uno no escuche reproches y maldiciones al perpetrar el mal, sino que incluso recibía elogios y honores […]. Gracias a la ideología, el siglo XX estaba destinado a experimentar el mal a una escala nunca antes vista. Esto es algo que no se puede negar, pasar por alto ni callar.
Durante el
período de 1870 a 1914, el mundo se encontró con una globalización en todos los
ámbitos que potencio me manera radical el crecimiento económico. El resultado
de este sistema – en su mayoría económico – fue un aumento de la calidad de
vida y de las libertades humanas. Sin embargo, políticamente, las naciones
comenzaron a agrandar sus tensiones y llegaría la IGM. Tras la Gran Guerra, se
intentó retomar el mismo sistema pseudoclásico y semiliberal. Sin embargo, este
fallaría en 1923 en Alemania con la Hiperinflación, en EEUU con el crack del 29
y en todo occidente con la consecuente Gran Depresión. Todos estos cambios
conllevaron a la aparición de respuestas sociales y políticas, respuestas que,
ante la desesperación y el desengaño, se situaron a los extremos. Aparecieron
diferentes ideologías radicales que cegaron al hombre con el fin de volver a la
utopía conseguida durante los cuarenta años antes mencionados.
Y el
problema de estas políticas fue intentar conseguir la utopía con el respaldo de
la ideología, pero unas cualquiera, sino las extremas, las radicales, las
inhumanas. Como si fuese verdad la frase de Maquiavelo de: El fin justifica los medios. Desde luego, en la política no.
Y es que
nos encontramos ante una ideología “abrumadora y totalizante”, que, como bien
dice Aleksandr, estaba destinada a hacer el mal. Esta es, entre otras, el
Socialismo:
El
socialismo real es descendiente de las ideas de Karl Marx, pensador del siglo
XIX que publicó el Manifiesto Comunista
en 1848. Tal vez, Marx tenía razón en aquellos tiempos, en los que la economía
estaba estancada y los niveles de pobreza eran excesivamente altos, la sociedad
experimentaba la presión malthusiana. Esta, que cambió por completo a Rusia,
pretendía a una revolución, de tal modo que se eliminase el mercado del sistema.
Ya que el mercado era la semilla de los males económicos. Los máximos
exponentes de esta ideología y los que la llevaron a cabo son Lenin y Stalin,
creando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Antes de
ponerse en práctica, el socialismo no era entendido como una ideología
totalitaria y asesina. Era una simple ideología liberal que pretendía un
aumento de derechos, una distribución igual de la renta y de la riqueza y una
democracia. Sin embargo, Lenin estableció una “dictadura del proletariado”, por
la cual el proletariado sería el único que podía ejercer el poder central, pues
las clases altas solo desacelerarían el proceso. Esto cobra sentido cuando Marx
– y repito, en otros tiempos – había nombrado a la burguesía como la culpable
de este juego de poderes y de estancamiento. De hecho, fue aquella clase
empresarial junto al mercado la que terminó parcialmente con la miseria, la
escasez y la opresión que había sufrido la humanidad.
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Foto de Marx |
Debemos de
tener claro que Marx fracasó. El mercado no crea desigualdad necesariamente, es
el Estado quien tiene herramientas suficientemente poderosas para reajustar las
brechas de renta o riqueza.
La idea
socialista era básica:
1. La
“propiedad privada” se transformaría en la “propiedad individual basada en la
cooperación y posesión común de tierra y medios productivos”. Esta, sería
expropiada a la burguesía y nobleza.
2. Se elegiría
“democráticamente” la mejor distribución de estos factores productivos para su
máxima eficiencia.
Y así, se viviría
una utopía. Es por ello, que, en el mundo obrero, la doctrina marxista no se
había considerado como una doctrina razonable, sino como una cuestión de fe. Es
por ello que se alargaría hasta finales del siglo XX.
Vladimir Lenin llegó al poder tras liderar la Revolución deOctubre de 1917, en la que los bolcheviques derrocaron al Gobierno provisional
ruso. Una vez en el poder, implementó el "Comunismo de Guerra" entre
1918 y 1921, una serie de políticas destinadas a mantener el esfuerzo bélico durante
la Guerra Civil Rusa. Estas medidas incluían la nacionalización de la
industria, la requisición forzosa de alimentos y la centralización de la
economía. Sin embargo, estas políticas generaron descontento y hambrunas, lo
que llevó a Lenin a introducir la Nueva Política Económica (NEP) en 1921,
permitiendo cierta liberalización económica y propiedad privada limitada para
revitalizar la economía.
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Foto de Lenin |
Tras la muerte de Lenin en 1924, Iósif Stalin ascendió al poder. Stalin
implementó políticas represivas para consolidar su control, incluyendo purgas
políticas, censura y la creación de un estado policial. Una de sus medidas más
significativas fue la colectivización forzosa de la agricultura a partir de
1929, que obligó a millones de campesinos a unirse a granjas colectivas
(koljoses) o granjas estatales (sovjoses). Esta política resultó en la
deportación de más de un millón de personas y provocó la hambruna de 1932-1933,
conocida como Holodomor en Ucrania, causando la muerte de entre 5,5 y 6,5
millones de personas.
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Foto de Stalin |
Las consecuencias de estas políticas fueron profundas. La
colectivización y la industrialización forzada transformaron la economía
soviética, posicionándola como una superpotencia industrial. Sin embargo, estas
transformaciones se lograron a un costo humano enorme, incluyendo millones de
muertes por hambrunas, ejecuciones y deportaciones. Además, las políticas
represivas de Stalin eliminaron cualquier posibilidad de gobierno de los
obreros y campesinos en Rusia, consolidando un régimen autoritario que reprimió
cualquier forma de disidencia.
Llegados a este punto, es una evidencia que NO, el fin NO
justifica los medios, al menos cuando hablamos de política.
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